Decía la actriz Mae West que “un diamante regalado siempre brilla más que uno comprado”. Y es probable que no hablara solo de quilates, sino del gesto que convierte una joya en algo más que un accesorio. Porque en ocasiones especiales como la Navidad, las joyas recuperan un lugar simbólico enorme: la prueba de esos vínculos que resisten el paso del tiempo, el recuerdo de los momentos compartidos.
Fuente: elpais.com