Lorena Álvarez (San Antolín de Ibias, Asturias, 1983) aterrizó como un cuerpo extraño en la música española alrededor de 2011. Lo hizo con un artefacto denominado La cinta, una casete de siete temas que comercializaba en un zurrón diseñado por ella. Las canciones sorprendían por su inocencia, frescura, desparpajo y lucidez, desde un lugar cercano a la canción de autor folk aunque, en realidad volaban libres, sin referencias previas a las que agarrarse. Supuso una pequeña revolución, los medios la acogieron con fervor e incluso Nacho Vegas le dedicó una canción, Rapaza de San Antolín. “Todo aquello me sorprendió bastante. Yo nunca había hecho música y supuse que era normal. Después me di cuenta de que no lo era y lo que hice fue, poco a poco, bajarme de ese carro”, recuerda, “para hacer la música que yo hago, y de la manera en la que la quiero hacer, necesito mantenerme en un lugar muy sagrado y protegido, que no va mucho con la farándula”.
Fuente: elpais.com